lunes, 24 de agosto de 2009

Si queremos educar, pues pongamos manos a la obra señores

Por Diego Raimundo.

Lo que sucedió hace quince días entre Boca y River en el partido de novena nos quedó a todos boquiabiertos sin entender como pibes de 14 años originan una batalla campal como la que pudimos observar a través de las imágenes de TV. Ni hablar de las actitudes que tuvieron los entrenadores donde sin dudas ellos deben dar el ejemplo y la verdad nada de eso sucedió. Pero lo peor del caso es que si todos quedamos asombrados con lo que sucedió, los dirigentes de los clubes buscan encontrar una mejor convivencia en este aspecto para que no se repitan hechos tan lamentables, cómo puede ser que en el fútbol infantil no se aprenda nada y algunos actúen sin darle importancia a la violencia que está ganando cada vez más espacios en este ámbito.

El último sábado en oportunidad de los partidos entre Estudiantes y San Lorenzo por el torneo de LISFI apreció algo que realmente cayó muy mal y que marca a las claras que a nadie le importa un bledo lo que sucedió o puede pasar en un futuro.

Nada tuvo lo que ocurrió en la cancha con los resultados o el comportamiento de los jugadores o entrenadores, por el contrario, sino que existió alguien que colgó una bandera en el alambrado perimetral a la cancha de siete con los colores azulgranas que decía “los rompe huesos de la categoría…”

Para muchos era simplemente un epígrafe, una inscripción y nada más, pero la leyenda es una prueba más que la sociedad vive inmersa en una agresividad inusitada que se traslada a los más chicos. Soy un convencido que esa bandera, que para muchos era simplemente un trapo, no puede aparecer más en una cancha de fútbol. Aquí los responsables son los mayores quienes deben dar el ejemplo y educar a los más chicos. Si uno analiza la palabra rompe huesos, automáticamente todos piensan en pierna fuerte, en pegar patadas y en lastimar al otro ¿…?. Quizás no sean pocos lo que piensen mientras leen estas líneas que estoy loco y que los chicos jamás van a imaginarse eso, pero a la larga este tipo de acciones o banderas, repercute. Entonces si todos no queremos ver más lo que aconteció en River y Boca, no es posible que en una cancha exista una leyenda como la que tenía los colores de San Lorenzo.

Los mayores estamos obligados a educar a esta joven sociedad, pero si las acciones como las que apreciamos el sábado en el Country se repiten, esa educación seguirá ausente porque para poner manos a las obras hay que dar el ejemplo, dar a conocer las acciones que colaborarán con los chicos para que éstos entiendan que se trata de un juego y no de una guerra.

Entonces para ganar la batalla contra la violencia, esa violencia que nos asusta en las tribunas y que ahora ya está instalada entre los jugadores, debemos volver a las fuentes, ponernos todos a laburar porque hay que educar a los jóvenes que serán el futuro del fútbol argentino.

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