miércoles, 23 de junio de 2010

Palermo, un ejemplo a seguir

Por Diego Raimundo.

La vida de un futbolista está signada por alegría y tristezas, por buenos momentos y malos, por satisfacciones y sinsabores. Tal vez muchos se sientan identificados con estas situaciones, hoy más que nadie, más que Martín Palermo está enrolado en todas esas realidades y a partir de lo que sucedió con el Loco el martes 22 de junio con la camiseta de Argentina, todos debemos tomar al temible delantero como un ejemplo a seguir.

La carrera del futbolista es muy extensa y con una serie de situaciones en donde ser el propio protagonista debe ser inteligente y paciente para superar todos los escollos… Martín Palermo a lo largo de su tremenda campaña de goleador debió sortear y soportar una infinidad de hechos que lo fueron marcando. Pero jamás le impidieron cumplir con los objetivos que se trazó desde que llegó con los botines debajo al viejo estadio de 57 y 1. Alguna vez siendo muy chico al atacante lo miraron con muy buenos ojos en su rol de delantero a pesar que él en sus inicios en For Ever (hoy el Club 12 de Septiembre) su pasión pasaba por el arco, emulando en cierta parte a su hermano Gabriel. Desde ese preciso momento Martín superó un hecho que no fue menor porque debió “colgar” los guantes para calzarse la número 9. Allí aunque los goles siempre fueron su aliado, no faltaron aquellos que lo criticaban y lo tildaban como un simple “mástil”. Eso jamás fue un punto negro, ni siquiera lo bajoneó y muchos menos le impidió seguir entrenando cuando por esas cosas le tocó quedar afuera de los once titulares.
El fútbol juvenil lo tuvo en una categoría imparable. La 73 pincha fue una verdadera pesadilla para sus adversarios y allí estaba Martín, rompiendo redes y malos augurios. Todo lo bueno, sus conquistas, los títulos de la divisional, originaron que los encargados del fútbol profesional de Estudiantes pongan todas sus miradas en él. El sueño cumplido, claro que sí porque el Loco, un fanático hasta la médula de Estudiantes como toda su familia, iba a debutar en la Primera (fue el 5 de junio de 1992 ante San Lorenzo). Y el destino otra vez le puso algunas piedras porque todos lo caratularon como el “salvador” y nada de eso ocurrió porque las sucesiones de malos hechos en Estudiantes terminaron perjudicando a jugadores como Palermo.

Llegó la temporada en el ascenso y a él lo apuntaron con el dedo para que no siga en el club. Lo “mandaron” San Martín de Tucumán, pero lo devolvieron y Palermo no se resignó a seguir peleándola en “su” Estudiantes, porque era un convencido de sus condiciones. Recién la explosión llegó con el cambio de entrenador. Goles y más goles y la venta a Boca. Ya en la entidad de La Ribera logró lo pocos refuerzos habían conquistado en tan poco tiempo, enamorar a la 12.

Pero las alegrías, los goles al Real Madrid en la final de la Intercontinental, se vieron opacadas por las lesiones o aquellos penales con la celeste y blanca en la Copa América de 1999. La rodilla le jugó una mala pasada (rotura ligamentaria), pero él se levantó, sin importarle el qué dirán, volvió con más fortaleza y eso lo llevó al fútbol español. En el Villarreal fue ídolo, genio y figura pero en uno de los tantos festejos un muro se le cayó sobre su pierna y le fracturó el tobillo. Otra prueba más que superó con el tiempo y por sus ganas de seguir jugando al fútbol.

En el 2004 pegó la vuelta a Boca. Goles y más goles. Objetivos nuevos, pero otra vez la desgracia le golpeó la puerta. Los ligamentos de la rodilla derecha le dijeron basta y nuevamente al quirófano. Muchos auguraron el fin de la carrera pero el Titán salió a flote, se convirtió en el máximo goleador con la camiseta xeneize y su gol ante Perú en las eliminatorias le dieron ese premio que alguna vez soñó: el Mundial de Sudáfrica.
El 22 de junio llegó su momento de gloria. Maradona lo hace debutar en el certamen ecumécnico. Ingresa por Milito y en su segundo remate al arco anota el 2-0 para la Selección, hecho que quedará en su historia, en su interminable película que aún no tiene escrito su último capítulo.

Martín Palermo es único. Su ejemplo, su lucha, su amor por un deporte que muchos de los que a diario entrenan en el Country aman como él, debe ser tomado como bandera porque nadie ni nadie pueden escribir el destino de un futbolista, sino el propio futbolista.
Gracias Martín, gracias porque desde tu lugar hoy todos los jugadores de Estudiantes tienen otro modelo más a quien imitar y seguir.

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