No fue fácil escribir esta columna. Y no porque no tenía temas en el tintero, por el contrario había de sobra. Pero la verdad es que luego de meditarlo muy fríamente opte por abordar en esta nota un tema que le vengo palpando desde hace años y lo único que me provoca es rabia. Habitualmente cuando todos vamos a una cancha, ya sea en el Country o de visitante, nuestra intención es disfrutar de los partidos de fútbol y por supuesto de lo que hacen nuestros hijos, hijos de amigos o de familiares.
Pero contrariamente a esto, el fin de semana me volvió a invadir esa bronca, esa insatisfacción porque en vez de gozar de una tarde de fútbol, el mal trato de los entrenadores de los equipos del rival de Estudiantes para con sus dirigidos no hizo más que fastidiarme, mirar de otra manera los cotejos y darme cuenta que no sólo sufren con los gritos y hasta la falta de educación -de aquellos que porque están cerca de un banco de relevos ya se piensan que son DT- los jugadores en este caso del equipo rival sino hasta los propios futbolistas de Estudiantes que en reiteradas oportunidades quedaban atónitos antes tanto griterío y tanta “furia”.
Yo me pregunto que se gana con ser así, de que sirve hostigar a un pibe de 6, 7 u 8 años, o simplemente esa locura aflora en la piel porque el rival es Estudiantes.
Entonces que mal le hace esto al fútbol infantil”. Esta frase tan trillada y que varias veces suena con sorna es ideal para ejemplificar lo vivido el sábado. Ahora bien cuantas veces nos equivocamos a la hora de criticar a los entrenadores de Estudiantes por un cambio, por un equipo mal armado, etc., cuando en realidad ellos son los primeros en, además de entrenar a los chicos, educar y buscar que esas locuras que tuvimos la oportunidad de presenciar el sábado no perjudiquen a los protagonistas.
De nada sirve hablar o escribir de los muy buenos resultados obtenidos, de cómo el Country avanza, de que los pibes entienden rápidamente los conceptos tácticos cuando todavía sigue habiendo cosas externas que superan límites insospechados y que a Estudiantes indirectamente también lo perjudican.
Pero contrariamente a esto, el fin de semana me volvió a invadir esa bronca, esa insatisfacción porque en vez de gozar de una tarde de fútbol, el mal trato de los entrenadores de los equipos del rival de Estudiantes para con sus dirigidos no hizo más que fastidiarme, mirar de otra manera los cotejos y darme cuenta que no sólo sufren con los gritos y hasta la falta de educación -de aquellos que porque están cerca de un banco de relevos ya se piensan que son DT- los jugadores en este caso del equipo rival sino hasta los propios futbolistas de Estudiantes que en reiteradas oportunidades quedaban atónitos antes tanto griterío y tanta “furia”.
Yo me pregunto que se gana con ser así, de que sirve hostigar a un pibe de 6, 7 u 8 años, o simplemente esa locura aflora en la piel porque el rival es Estudiantes.
Entonces que mal le hace esto al fútbol infantil”. Esta frase tan trillada y que varias veces suena con sorna es ideal para ejemplificar lo vivido el sábado. Ahora bien cuantas veces nos equivocamos a la hora de criticar a los entrenadores de Estudiantes por un cambio, por un equipo mal armado, etc., cuando en realidad ellos son los primeros en, además de entrenar a los chicos, educar y buscar que esas locuras que tuvimos la oportunidad de presenciar el sábado no perjudiquen a los protagonistas.
De nada sirve hablar o escribir de los muy buenos resultados obtenidos, de cómo el Country avanza, de que los pibes entienden rápidamente los conceptos tácticos cuando todavía sigue habiendo cosas externas que superan límites insospechados y que a Estudiantes indirectamente también lo perjudican.
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