lunes, 12 de mayo de 2008

Las amarillas no se piden, llegan solas

Por Diego Raimundo

A diario en cada partido del fútbol argentino, ya sea en primera como en las categorías de ascenso, observamos cómo los futbolistas se quejan de los arbitrajes o de las sanciones de estos. Aquí nadie quiere estar del lado de los árbitros, por el contrario somos los primeros en hablar o decir cuanto jueces se equivocan, pero en este caso ya resulta muy tedioso que los jugadores vivan reclamando infracciones que no son o peor, tarjetas para sus colegas. Este es un mal que se repite permanentemente en cada encuentro y lo peor del caso es que ya los pibes están en la misma sintonía que los profesionales.
El solicitar amonestaciones se tornó en una mala costumbre. Los jugadores jóvenes copian de los grandes y los más chiquitos asimilan las fallas de aquellos que están varios escalones por encima.
El fútbol es un juego donde la mayoría de los protagonistas copian a las figuras. Entonces este es un tema que debe subsanarse a la brevedad porque a la larga será un mal incorregible que llevará a que los pequeños valores de 10 años se le “planten” a un árbitro reclamándole que amonesten a un rival.
Pregunto qué se gana con tantos gestos, sobre todo cuando hay cámaras de televisión de por medio. A caso el fútbol se convirtió en un deporte donde los jugadores además de ser quienes “actores” de un film maravilloso, quieren también manejar el accionar de los árbitros.
Algo falla. O el colegio de árbitros o los entrenadores. No puede ser que uno observando los encuentros de cuarta división o de prenovena lo primero que le resulta llamativo no es la habilidad de un jugador o la clase para pegarle a la pelota del “diez” sino la manera de exclamar y gesticular cuando reciben una infracción y no hay amonestación. Aquí resulta que es mejor quedarse parado reclamando que seguir la jugada. Este es un mal del fútbol argentino en general porque, a partir de la TV y de los cientos de encuentros que a diario llegan desde el Viejo Continente, es muy extraño ver que Raúl, Toti, Kaka o Gerard se exalten o peguen el grito por una amarilla.
Entonces a donde queremos llegar con todo esto. A que los entrenadores, en esta circunstancia de Estudiantes en todas las divisiones tomen el toro por las astas y ser los primeros en encausar a los jugadores para que éstos se diviertan y jueguen al fútbol y no estén pendientes de lo que hace bien o mal el árbitro y sus asistentes.

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