Me levante contento, el sol habia salido un domingo muy lindo, se podia jugar la cancha estaba llena, tiraban papelitos,salimos a la cancha dispuestos a ganar. Saludamos a los padres levantando los brazos y fuimos todos juntos a saludar al rival. En el centro del campo, un señor con silbato nos dio indicaciones para jugar leal. Y que alegria de un domingo a la tarde, que seria una fiesta si pudieramos ganar y sino con la tristeza de perder un partido despues de haber jugado nos iríamos igual. Y comenzo el partido, un partido parejo ni ellos ni nosotros podiamos marcar, empezó el griterío de la gente desde afuera que en vez de alentarnos nos presionaba más. y siguieron los gritos¡agarrálo,apretalo, y no lo dejes mover, y si te pegan, pegá.
Y yo que habia pensado que iba a divertirme me encontre de pronto sin saber que pensar.
Y en una arremetida de un jugador contrario me fui con alma y vida a no dejarlo pasar, y en mi locura ciega, llevado por los gritos, sólo encontre su pierna que lastime al pasar.
Entonces el señor que llevaba el silbato delantes de mis ojos me mostró sin dudar una tarjeta roja que me lleno de angustia y me sacó del campo llorando sin parar.
Así fui llorando caminos a los vestuarios, pensando que dificil es la sociedad. Porque en vez de alentarme para que me divierta, y me haga amigo del que hoy es mi rival, me gritan sin medidas, me obligan a golpearlo, cuando yo solo queria un partido jugar.
Y fue desde ese día que colgue mis botines, esperando que algún día esto pueda cambiar. Que simplemente sea un partido de fùtbol, un domingo a la tarde para disfrutar. Pegarle a la pelota, divertirnos nosotros, ganemos o perdamos solamente jugar.
Que la gente nos vea como somos, solo niños que quieren divertirse en sana libertad, que aplaudan la gambeta, el caño, el taquito, y que no nos presionen a nuestra corta edad.
Y yo que habia pensado que iba a divertirme me encontre de pronto sin saber que pensar.
Y en una arremetida de un jugador contrario me fui con alma y vida a no dejarlo pasar, y en mi locura ciega, llevado por los gritos, sólo encontre su pierna que lastime al pasar.
Entonces el señor que llevaba el silbato delantes de mis ojos me mostró sin dudar una tarjeta roja que me lleno de angustia y me sacó del campo llorando sin parar.
Así fui llorando caminos a los vestuarios, pensando que dificil es la sociedad. Porque en vez de alentarme para que me divierta, y me haga amigo del que hoy es mi rival, me gritan sin medidas, me obligan a golpearlo, cuando yo solo queria un partido jugar.
Y fue desde ese día que colgue mis botines, esperando que algún día esto pueda cambiar. Que simplemente sea un partido de fùtbol, un domingo a la tarde para disfrutar. Pegarle a la pelota, divertirnos nosotros, ganemos o perdamos solamente jugar.
Que la gente nos vea como somos, solo niños que quieren divertirse en sana libertad, que aplaudan la gambeta, el caño, el taquito, y que no nos presionen a nuestra corta edad.
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