Todo el epicentro futbolístico de la ciudad está centrado en los clásicos entre Estudiantes y Gimnasia. Y el domingo se vivió otra jornada de emociones, tensiones, nerviosismo, angustias y alegrías. El cronograma de partidos de la Liga Metropolitana marcó que una vez más debía jugarse el derby entre pinchas y triperos. El color obviamente estuvo presente, pero no hubo sensación más agradable que ver a los chicos que ganaron sus partidos abrazarse en la mitad del campo, cantar y gritar por lo obtenido y porque desde sus entrañas les salió el amor por la camiseta, algo que juega un rol preponderante en este tipo de partidos.
Pero esa felicidad que invadía a los jugadores que le dieron las victorias a Estudiantes se trasladó afuera, a los padres, amigos, familiares, a aquellos jugadores que por una cosa o por otra no fueron protagonistas de los clásicos,. A tal punto que no fueron pocos los que intentaron ocultar sus lágrimas al ver a sus hijos, con tanta alegría, saltar en el campo de juego.
Ganar siempre es bueno, retempla el ánimo de todos por más que se trate de chicos de 8 o 10 años, es más no tengo dudas que todos los que de una u otra manera participaron de las victorias jamás se olvidarán de lo que se vivió el domingo en el Country.
Está claro que las derrotas en 94 y 95 fueron un golpe duro por la manera de cómo se perdió, pero los éxitos -y con marcadores amplios- que conquistaron la 96, 97, 98 y 99 sirvieron para borrar las amarguras y llenar de felicidad City Bell.
Siempre he dicho que Estudiantes es especial en todo y para todo. Por eso es que las victorias y los festejos dentro de la cancha y también en los vestuarios es otra señal de la diferencia que hace en este tipo de encuentros donde está en juego el orgullo de todos: jugadores, entrenadores, profes y por supuesto los hinchas (entiéndase por familia).
Para otras ocasiones quedará si se jugó bien o mal. Un histórico de Estudiantes y que su palabra es “sagrada” sentenció que los clásicos se ganan no se juegan. Y aunque los chicos quizás hoy no tengan en su memoria esta frase de Carlos Bilardo, a la hora de salir a jugar con su archirival este dogma se cumplió al pie de la letra y por ello las celebraciones del final tienen su justificativo.
Ganar es bueno, pero ver festejar a los pibes la victoria en un clásico enorgullece y de que manera a los que trabajan y educan a los chicos que sueñan con que alguna vez el capítulo que escribieron en la historia de Estudiantes y Gimnasia se repita siendo profesionales.
Desde mi modesto lugar los felicito a todos y por qué no a quienes le pusieron color a los derby y que lagrimearon con los éxitos pinchas…
Pero esa felicidad que invadía a los jugadores que le dieron las victorias a Estudiantes se trasladó afuera, a los padres, amigos, familiares, a aquellos jugadores que por una cosa o por otra no fueron protagonistas de los clásicos,. A tal punto que no fueron pocos los que intentaron ocultar sus lágrimas al ver a sus hijos, con tanta alegría, saltar en el campo de juego.
Ganar siempre es bueno, retempla el ánimo de todos por más que se trate de chicos de 8 o 10 años, es más no tengo dudas que todos los que de una u otra manera participaron de las victorias jamás se olvidarán de lo que se vivió el domingo en el Country.
Está claro que las derrotas en 94 y 95 fueron un golpe duro por la manera de cómo se perdió, pero los éxitos -y con marcadores amplios- que conquistaron la 96, 97, 98 y 99 sirvieron para borrar las amarguras y llenar de felicidad City Bell.
Siempre he dicho que Estudiantes es especial en todo y para todo. Por eso es que las victorias y los festejos dentro de la cancha y también en los vestuarios es otra señal de la diferencia que hace en este tipo de encuentros donde está en juego el orgullo de todos: jugadores, entrenadores, profes y por supuesto los hinchas (entiéndase por familia).
Para otras ocasiones quedará si se jugó bien o mal. Un histórico de Estudiantes y que su palabra es “sagrada” sentenció que los clásicos se ganan no se juegan. Y aunque los chicos quizás hoy no tengan en su memoria esta frase de Carlos Bilardo, a la hora de salir a jugar con su archirival este dogma se cumplió al pie de la letra y por ello las celebraciones del final tienen su justificativo.
Ganar es bueno, pero ver festejar a los pibes la victoria en un clásico enorgullece y de que manera a los que trabajan y educan a los chicos que sueñan con que alguna vez el capítulo que escribieron en la historia de Estudiantes y Gimnasia se repita siendo profesionales.
Desde mi modesto lugar los felicito a todos y por qué no a quienes le pusieron color a los derby y que lagrimearon con los éxitos pinchas…
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