Mucha agua había corrido por debajo del puente. Muchos eran los rumores y corrillos sobre el clima que iba a reinar en el clásico de infantiles en El Bosquecito. Muchos eran los padres que se enarbolaban en la bandera de “hacer el aguante” para que los jugadores no se sientan “agredidos”. Pero finalmente nada se eso ocurrió, nada de amenazas ni algo por el estilo. Por el contrario hubo fútbol, hubo alegrías, tristezas y por sobre todas las cosas hubo un clásico en paz a pesar que varios se encargaron de querer embarrar la cancha, vaya saber uno con que sentido.
Los resultados marcaron una victoria para cada lado y un empate. Festejos, bronca y tranquilidad por el deber cumplido por parte de los chicos de Estudiantes pero por sobre todas las cosas la satisfacción de que siempre tuvieron “paz” interior para jugar los derby y para entender que una vez culminados los partidos más allá de la calentura por la derrota, felicidad por el éxito o la resignación por un empate, había que saludar al rival con respeto.
Se sabe que los clásicos se juegan de una manera especial, sea cual fuese la categoría o el deporte. Los pibes de Estudiantes esto lo sabían, pero jamás dieron muestras de que todo lo que habló o se escribió en las páginas web (lamentable por cierto) había influido en sus estados anímicos, por el contrario fue meritorio como jugadores, entrenadores e integrantes de los cuerpos técnicos hicieron oídos sordos a toda la previa.
Hace una semana escribí sobre como se viven los clásico y que si bien este tipo de encuentros para los grandes (por el equipo profesional) “se ganan y no se juegan”, los tres equipos albirrojos que fueron a la casa del rival de toda la vida con un objetivo claro: buscar el resultado, con una manera bien clara de plantear los partidos y con la cabeza en blanco, o mejor dicho sin pensar en lo externo.
Pero ojo que así como fue admirable lo hecho por Estudiantes, también vale destacar que de parte de Gimnasia hubo un entendimiento total de esto a tal punto que una vez que culminó la jornada, entrenadores y encargados del fútbol infantil felicitaron a la delegación pincha por el excelente comportamiento.
Fueron tres partidos de fútbol y no tres batallas. Hubo vencedores y vencidos, pero sobre todas las cosas hubo un clásico en paz.
Los resultados marcaron una victoria para cada lado y un empate. Festejos, bronca y tranquilidad por el deber cumplido por parte de los chicos de Estudiantes pero por sobre todas las cosas la satisfacción de que siempre tuvieron “paz” interior para jugar los derby y para entender que una vez culminados los partidos más allá de la calentura por la derrota, felicidad por el éxito o la resignación por un empate, había que saludar al rival con respeto.
Se sabe que los clásicos se juegan de una manera especial, sea cual fuese la categoría o el deporte. Los pibes de Estudiantes esto lo sabían, pero jamás dieron muestras de que todo lo que habló o se escribió en las páginas web (lamentable por cierto) había influido en sus estados anímicos, por el contrario fue meritorio como jugadores, entrenadores e integrantes de los cuerpos técnicos hicieron oídos sordos a toda la previa.
Hace una semana escribí sobre como se viven los clásico y que si bien este tipo de encuentros para los grandes (por el equipo profesional) “se ganan y no se juegan”, los tres equipos albirrojos que fueron a la casa del rival de toda la vida con un objetivo claro: buscar el resultado, con una manera bien clara de plantear los partidos y con la cabeza en blanco, o mejor dicho sin pensar en lo externo.
Pero ojo que así como fue admirable lo hecho por Estudiantes, también vale destacar que de parte de Gimnasia hubo un entendimiento total de esto a tal punto que una vez que culminó la jornada, entrenadores y encargados del fútbol infantil felicitaron a la delegación pincha por el excelente comportamiento.
Fueron tres partidos de fútbol y no tres batallas. Hubo vencedores y vencidos, pero sobre todas las cosas hubo un clásico en paz.
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