Por Diego Raimundo
El cronograma de AFA señala que el domingo, siempre y cuando el tiempo lo permita, se jugará una nueva edición del clásico entre Estudiantes y Gimnasia. Esta vez el derby concentrará todo el fútbol infanto juvenil porque la atracción estará enfocada en los encuentros de los equipos de las categorías 95, 96 y 97. Hasta aquí la adrenalina es nula, o mejor dicho escasa porque aún no nos acercamos a la fecha, pero lo que todos, protagonistas internos, externos, padres y allegados, deben comprender es que los clásicos en este tipo de circunstancias se deben disfrutar o jugarse por parte de los chicos.
Está claro que siempre se sale a ganar un partido, que derrotar al rival de toda la vida tiene un sabor especial y luego la inyección anímica que ello implica también lleva a que, a posteriori, las cosas salgan mejor. Sólo basta con recordar lo que sucedió aquel 15 de octubre de 2006, esa histórica goleada 7-0 y las palabras de Verón antes de saltar al campo de juego fueron como el arma que tuvo para poder alcanzar el título.
Aquí la historia es diferente, completamente diferente. Por la edad de los jugadores, por lo sienten algunos por la camiseta rojiblanca y por lo que éstos le transmiten a los que no son hinchas del club, hay que quitarle dramatismo y el ejemplo debe ser de los mayores. De nada sirve meterle presión a los futbolistas, algunos con apenas 11 años, que el “domingo cueste lo que cueste” hay que ganar cuando esto lo uno que hace es un efecto bumerán, la exigencia puede resultar contraproducente para los chicos que saben lo que deben hacer y como se deben jugar este estilo de partidos.
El clásico es un partido especial y todos los que a diario recurren el Country lo esperan con ansias porque quieren demostrar la supremacía futbolística. Pero esa supremacía se puede desplegar tanto en el terreno de juego, como fuera de él, con responsabilidad de los que conducen, con el amor a la camiseta, con el sentimiento de que Estudiantes es más grande que un resultado y sobre todas las cosas que un resultado no puede desviarnos del horizonte: formar jugadores para la inagotable cantera.
Muchas veces los referentes de los chicos, estamos hablando de los jugadores profesionales, hablan y dicen con mucha soltura que “los clásicos no se juegan, se ganan”. Pero en esta ocasión la historia tiene que conjugar varios factores: jugar, gozar del derby y buscar la victoria a fin de que los pibes se sientan libres de ataduras y plenos de satisfacción.
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