Por Diego Raimundo
La fecha en Liga Metropolitana con River fue esperada con muchas ansias por todos los jugadores, considerando la “chapa” del rival y que estaba en juego las chances de campeonar en varias divisiones. Pero luego de lo que sucedió con el Millo, el golpe en el mentón que recibió el pincha no fue de nocaut, sino por el contrario fortaleció para salir a jugar con Quilmes, a las 48 horas de la mala tarde ante la entidad de Núñez, como si fuese una final.
La historia con River fue negativa. Sólo salvó la ropa la categoría 98, que además el sábado se dio el gran gusto de volver a gritar ¡Dale campeón!, que le hizo morder el polvo a millonario.
Muchas veces cuando los resultados son adversos, y de la manera que se dieron, el golpe es muy duro, difícil como para ponerse de pie. Pero Estudiantes, desde la 93 hasta la 2000 (que hizo su debut oficial en cancha de once) respondió rápidamente al impacto. Ojo si de comparaciones se trata, Quilmes no le puede hacer sombra a River, pero esto no importa porque lo que aprecié en el predio cervecero -donde el río fue un espectador de lujo-, me sirvió para darme cuenta de la bronca, en el buen sentido, con la que salieron a jugar los futbolistas los encuentros. Claro había que enterrar ágilmente lo que aconteció el viernes en City Bell y al mismo tiempo para dejar bien plasmado que el Pincha puede estar en los escalones del podio.
Desde el partido de la 93 se palpó un ambiente particular. Cada gol era gritado con otro sabor, con sed de revancha. Entonces eso empujó para que los demás chicos, sin necesidad que los técnicos le señalen lo que tenían que hacer, se pusieron firmes en el campo de juego. Así fueron pasando los encuentros, las victorias y los goles.
La 94 hizo lo suyo, la 95 se desquitó de lo lindo, la 96 se sacó la espina que poseía clavada y por ello es que aún hoy sueña con poder tocar el cielo con las manos.
Los nueve goles de la 97, los festejos de los chicos fue la señal que la amargura por la jornada con River era el condimento especial cada vez que se convertía en el arco ajeno. Entonces por ello es que se vio a todos los chicos salir con la frente bien alta de Quilmes. Es más la cara de bronca del plantel de la 98 se atribuye a que todos querían demostrar que no se conformaban con haberle ganado al Millo y salir campeón en LISFI. Esto es muy bueno y loable porque habla a las claras del temperamento de un grupo de chicos que si bien se llevaron los honores el pasado viernes en City Bell, no se conforman con el “muy bien, le ganaron a River”, sino anhelan con estar en el lote de vanguardia es su objetivo.
El golpe que conectó River no fue tal, no golpeó, no hizo que Estudiantes se arrodille en la lona, sino al contrario le reforzó su espíritu para reafirmar que por algo estos chicos fueron los motores de la gran campaña en Liga Metropolitana.
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